martes, 13 de agosto de 2013

El tiempo corre, erramos y no podemos volver atrás

Muchas veces nos planteamos propósitos que al cabo de un tiempo dejamos de perseguirlos, o simplemente en nuestra vida aparecen piedras que nos desvían y nos impiden continuar.

El día a día, el trabajo, los estudios, las preocupaciones.. todas esas cosas a las que les damos quizás demasiada importancia. Pero lo cierto, es que se llega a un momento en que todo te da igual, cuando todo llega a un límite, pueden ser por dos motivos: porque todo te sale mal y te rindes porque ya no sabes que hacer; o porque todo ha salido bien y ya te aburres porque todo ya está hecho y es como en el otro caso: no sabes que hacer.

El caso es que siempre en nuestras vidas.. pasamos épocas en las que tenemos una vida ajetreada y otras épocas que se supone que son de relax.. pero que nos hemos acostumbrado de tal forma a la rutina, que no somos capaces de disfrutar de esa paz, esa tranquilidad de no tener que hacer nada.

Siempre necesitamos tener la mente ocupada en algo y tenerla en blanco nos hace sentir culpables de que puede que quizás estemos perdiendo el tiempo, que quizás deberíamos estar haciendo algo de provecho y que no nos podemos quedar de brazos cruzados a pesar de que hayamos estado haciendo un sobreesfuerzo este año, ya sea con los estudios o en el trabajo.

No podemos estar tranquilos, ni callados, porque hay tanto que hacer.. todo lo que nos gustaría cambiar, tanto de nuestras vidas como en el propio mundo, quizás no nos arrepintamos de cosas que hemos hecho, porque en ese momento lo hicimos porque era lo que en esa situación queríamos hacer. Pero también puede ser, que si tuviéramos que volver a vivir esa situación, no la repetiríamos.

Y es que aprendemos de la experiencia, de los errores, porque no hemos nacido con un manual de instrucciones de como debería ser la vida perfecta. Porque ni somos perfectos, ni la vida es perfecta, porque sino.. no estaríamos aquí, en la tierra.

Quizás es que al tener un propósito en la tierra, antes de marchar, necesitamos dejar el trabajo hecho, y no podemos marchar, sin haber dejado tu huella, tu firma, igual que la dejas en un papel oficial; pero quizás esa misión.. no consiste en nada material, sino que hay que hacer algo, pero que no se mide con nada, no se compara con nada, sino que es una meta especial, única, algo que solo nosotros podemos hacer, y que por eso vivimos lo que vivimos, las experiencias que conseguimos, porque son necesarias para poder llegar al final del camino, porque todo eso.. forma parte del recorrido.

No podemos culpar a nada ni a nadie de nuestros errores, porque somos nosotros quienes decidimos si cometerlos o no, y a veces hasta nos gusta errar, y luego nos quejamos de nuestro fracaso. Somos libres de decidir, así nos crearon y nos hicieron, y siempre intentamos culpar a los demás de todas las desgracias que nos pasan. Pero da la casualidad, de que cuando estamos felices, o todo nos va bien, es cuando nos olvidamos de las preocupaciones, seguimos viviendo la vida, y ni si quiera somos agradecidos por esa situación o momento, no pensamos que podríamos estar peor, y que muchos desearían estar en nuestra situación.

Solamente sabemos quejarnos cuando lo estamos pasando mal, somos egoístas por querer algo material cuando mucha gente no tiene ni con qué sostenerse, ni tiene motivos para seguir adelante, o para levantarse cada mañana. Y nosotros tenemos hambre de vicio, lo tenemos todo y no lo valoramos, solo hasta que lo perdemos. Y cuando nos vemos solos, vemos que las cosas han cambiado, que ya nada es lo mismo, que metimos la pata hasta el fondo.. es ahí cuando nos damos cuenta.. pero ya es demasiado tarde. Todo sigue adelante y ya no hay vuelta atrás.


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