domingo, 10 de marzo de 2013

Reflexiones de domingo en un autobús

Esta mañana, un domingo 10 de marzo; me levanté y me preparé para marchar. Cuando me subí al autobús urbano, me senté al lado de la ventana; me encanta hacerlo, porque me incita a reflexionar, a pensar, es un momento, el cual dispongo para darme tiempo a mi misma, a reorganizar mis ideas, mis pensamientos.

Ver a la gente pasar, los coches circular.. toda la ciudad en movimiento, sin que sepan que hay una persona que les está viendo.

Me paré a pensar que, en el mismo autobús, podría haber gente de todo tipo, puede haber un abogado, un médico, una profesora, gente sin estudios, niños, peluqueros o barrenderos, pero que con la ropa que llevan, no se puede saber realmente a que se dedican, y es que.. sin darnos cuenta, estamos rodeados de muchísima gente, que esconde cosas, datos, informaciones, y que si supiéramos absolutamente todo lo que hacen, a que se dedican, en que piensan.. nos volveríamos locos, no podríamos estar tranquilos, tendríamos miedo.. ¿no lo has pensado? a veces la ausencia de conocimiento hace que nos refugiemos en que como no conocemos, no podemos hacer nada. Ya que si supiéramos todo, veríamos a las personas de manera distinta, con prejuicios, en función de su historia, de su pasado, de su trabajo, de todo. y sería una auténtica tortura.

Por lo tanto, el que no podamos leer la mente de las personas como los vampiros de "Crepúsculo", en el fondo me alivia, porque puedo vivir tranquila, viviendo en el desconocimiento. Sin pensar en que esa persona que me está mirando, se dedica a "x" y es un delincuente, por poner un ejemplo. O cuando alguien tiene una enfermedad, y la desconoce, no lo sabe, y vive la vida sin saber de dicha enfermedad, por lo tanto no se preocupa de ella, ya que no sabe que la padece. En muchas ocasiones, la falta de conocimiento nos evita sufrimientos.

Esto no quiere decir que no debamos conocer, estudiar, aprender, sino todo lo contrario. Lo dice una universitaria, y soy consciente de que hoy en día tenemos que labrarnos un futuro y dejar de ser ignorantes, aprender a marcar nuestro propio camino. Hay que estudiar, por supuesto. Sólo que en ocasiones, no saber nada de algo, es lo mejor; por nuestra propia tranquilidad.

Pensando en que no se puede leer la mente de las personas que pasan a nuestro alrededor, ni las que están en el mismo autobús, me vino un pensamiento a mi mente, algo que me marcó:

En una de sus múltiples paradas que realiza el bus, subió un abuelo con una chica ayudándole y guiándole hasta su asiento. Me dí cuenta, de que a ese señor, le había visto muchas más veces subir a ese bus, pero agarrado de su mujer, una anciana que se la veía delicada de salud, que a su vez, era guiada por un hombre joven, podría ser su hijo, posiblemente. Y en ese momento.. me pregunté donde estaría esa ancianita, y caí en la cuenta de la fugacidad de la vida. En unos meses, dejé de ver a esa anciana nunca más en ese autobús.
La joven que acompañaba a este abuelo, tenía toda la pinta de ser una cuidadora y veía como ella, le ayudaba, le escuchaba, le daba conversación, le daba un pañuelo para sonarse los mocos, o le decía que mañana se tenía que cambiar de camisa, que la tenía sucia y le decía que se tenía que quitar la camisa a la hora de la comida, para que no se ensuciase. Todo lo que esta mujer hacía, además de ayudarle por su vejez, intentaba que no percibiera la pérdida de su mujer, y viera, que se podía seguir adelante.

Seguir adelante.. me dí cuenta de que el tiempo pasa muy deprisa, en todos los aspectos, que hace nada tenía 15 años, y han pasado 3 años, y me dio miedo, sé que no me puedo comparar con esos ancianos, pero el tiempo no se puede parar, y cuando pase el tiempo, sería una anciana con arrugas y me gustaría, que para ese momento, me pueda sentir orgullosa de mi misma, de que he hecho lo que quería hacer, que aproveché al máximo el tiempo, y que mi vida ha merecido la pena. Porque aunque tu vida termine, la ajetreada ciudad sigue su transcurso. El autobús sigue su itinerario, el de cada domingo.





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